Pepe Lorente, ganador del Goya al Mejor Actor Revelación: “Si el que conduce se pega al culo del de delante, le digo: 'Para un segundo, chaval, que ya llevo yo el coche'”
“De los pagos del olvido vino a entregar mi dolor, bandera de la distancia, soy un pañuelo de adiós”.
Mauricio Aznar
Estas palabras corresponden a la última canción compuesta por el poeta y músico Mauricio Aznar, antes de su último adiós, allá por el año 2000. Con cada acorde, nos deja un pedacito de su espíritu, un reflejo de sus luchas y sueños. Recuperar su esencia, sus emociones, sus momentos de luz y sombra es un regalo que nos ha entregado el maravilloso actor Pepe Lorente (Zaragoza, 1980) en la gran pantalla.
La estrella azul no solo es una película, es una peregrinación hacia lo desconocido, hacia una nueva forma de mirar el mundo. A través de los ojos del actor, somos testigos de una transformación profunda y conmovedora. Este proyecto, tan lleno de vida y emoción, tiene alma propia, ha tocado el corazón de quienes hemos tenido la suerte de verla y le ha valido a Pepe el merecido Goya al Mejor Actor Revelación en la última edición de los premios.
Su interpretación es un viaje que va más allá de las palabras, un lazo invisible que nos conecta con un mundo lleno de emociones puras y vividas en cada instante.
Pero hoy dejamos el Goya en la estantería, para centrarnos en Pepe, conocerlo de una forma mucho más personal y descubrir cuáles han sido los viajes de transformación y movilidad que han marcado su propia vida.
Pepe, a la gala de los Goya, ¿en qué fuiste?
Fuimos en un coche de producción, de la misma organización: el director de la película, Javier Macipe; Mariela Carvajal; Nacho Blasco, el montador; y mi pareja, Olaya Caldera.
Pepe Lorente, caracterizado como Mauricio Aznar, durante el rodaje de 'La estrella azul'
Te sacaste el carnet cuando tenías 21 años. ¿Por qué no a los 18?
Mi colega Jorge Aliso, alias El Chino, se lo sacó rápidamente a los 18 y eso me parecía el parangón de la libertad máxima. Llevaba a su novia al cine e incluso ¡se iban a esquiar!, mientras yo pensaba: “¡cabrón!”. Mientras tanto, yo estaba en casa, con mi pequeña motoreta, con la que no podía salir de la ciudad y, casi, ni del barrio.
Cuando me lo saqué, estaba haciendo teatro profesional en Zaragoza y esperé a que llegara el verano, porque era cuando más bolos tenía, para comprarme unos platos para la batería y pagarme la mitad del carnet de conducir. La otra mitad la pusieron mis padres en plan, “te ayudamos, pero esfuérzate”.
Me lo saqué en una autoescuela que se llama Facultad y, de los que estábamos allí, sentía que yo era de los viejos por tener 21 años. Hoy me digo: “Angelico, ¿cómo podía pensar eso de mí mismo?”.
¿Quién te enseñó a conducir?
Mi instructor era un señor que se llamaba Santiago, y tengo un buen recuerdo de él. Hablaba poco, pero decía siempre cosas con mucho sentido; me ayudó mucho ese hombre.
Sé que te gusta conducir, ¿cómo llevas que te lleven?
Bien, aunque lo llevo mejor cuando conozco a la persona. Si, de repente, veo que el que conduce se pega al culo del coche de delante, le digo: “No, para un segundito, chaval, que lo voy a llevar yo”.
Pepe Lorente, caracterizado como Gustavo de Borda, durante el rodaje de 'Une Affaire d'honneur', en París
Eres tranquilo, seguro, pero, ¿qué te saca de quicio?
Los que invaden tu espacio, esa actitud tan agresiva que es que un coche se te ponga detrás, muy pegado. También hay conductores que, en un intento de alardear absurdamente, ponen en peligro la vida de los demás. Esa actitud me parece terrible y muy peligrosa.
¿Qué coche tienes?
Un Seat Ibiza viejísimo que nos regaló la madre de Olaya con tan solo 20.000 kilómetros. Ella lo utilizaba para ir al médico cada dos semanas y, como se pasaba la vida en el garaje, nos lo dio. Me encanta ese coche.
Vives en Madrid que, como toda gran ciudad, es compleja para moverse en coche, ¿te gusta utilizar el metro o el bus?
Sí. Aunque vivimos al norte de Madrid, en el campo, estamos sólo a 20 minutos en autobús de Moncloa. A veces, bajo en el autobús y luego pillo el metro. Es que en Madrid hay mucho coche.
El conductor del metro me cerró la puerta en las narices y todavía pasaron siete u ocho segundos hasta que salió: ¿Por qué utilizas tu poder mal? ¡Utilízalo para hacer el bien!”Pepe LorenteActor
Seguimos en el transporte público, donde vivimos cientos de historias, con personajes muy distintos, lo que nos convierte en testigos ocasionales o, a veces, en protagonistas directos. Te voy a decir varios sentimientos y tú me hablas de la última vez que fuiste testigo o lo protagonizaste en el bus o el metro.
Bondad:
Hace dos días, en el metro, yendo al teatro, Olaya se levantó para cederle el asiento a una señora mayor a la que nadie le hacía ningún caso.
Enfado:
El conductor del metro me cerró la puerta en las narices y todavía pasaron siete u ocho segundos hasta que salió. Pensé: “¿Por qué utilizas tu poder mal? ¡Utilízalo para hacer el bien!”.
Risa:
El otro día volví con mi amigo Raúl en metro y, hablando de la comida que habíamos tenido, nos reímos mucho.
Envidia:
El otro día vi a dos chicos y una chica, muy modernicos y jovencillos, cuando pensé: “¡Ay, cabrones!, ¡sois tan jóvenes y no os dais cuenta!”. Su juventud, su inocencia. La vida, no sé.
Amor:
Un padre con una hija. Cómo jugaba con ella, cómo la cubría, cómo la miraba… Era un bebé en su carrito.
El actor Pepe Lorente, frente a la Torre Eiffel, en París
¿Qué conversación con un taxista no olvidarás?
Me pasó en París. El chico se abrió conmigo y me pidió consejos para saber qué le podía decir a la chica que le gustaba, porque no era capaz y no había tenido relaciones nunca. Pensé que había una cámara oculta, pero era real; a los 15 minutos me había contado su vida.
Pepe, ¿cuál fue tu primer viaje importante?
El primer viaje significativo fue a los 18 años, cuando me fui de Interrail. Fue un viaje iniciático, con tres amigos; nos metimos en el tren, en la estación del Portillo en Zaragoza, hicimos intercambio en Hendaya y aparecimos, a la mañana siguiente, en los Campos Elíseos de París. Salimos del metro y dijimos, impresionados: “¡Joder, qué dimensiones, qué belleza!”. Además, me pasó que, por las calles de la zona, toda la gente que veía eran guapísimos, tanto mujeres como hombres, y pensaba: “¿qué pasa aquí?, ¿de qué especie somos nosotros?”. Luego nos enteramos de que había como seis o siete agencias de modelos en esa calle.
Vienes de ganar el Goya por la interpretación de Mauricio Aznar en La Estrella Azul. Una película que, como decía al comienzo, es un viaje de transformación, un viaje a lo desconocido. ¿Cuál ha sido La Estrella Azul de Pepe Lorente?
La Estrella Azul para mí es la estrella que me guía, la que me marca el camino hacia mi propia luz, hacia la verdad y la autenticidad en lo artístico, que tiene que ver con el hondo humor, con la alegría de ser y la celebración. Una estrella que separa lo superfluo de lo importante y que, a veces, está más opacada por las nubes, a veces está más clara, pero siempre está ahí. Es la estrella que me lleva hacia lo esencial, hacia lo que tiene sentido y hacia lo que nutre. Además, siento que siempre ha estado ahí, que nunca he perdido el contacto con ella y que es la que me ha permitido aguantar en esta profesión. En mí, ha sido mucho más fuerte la pasión, el amor, el deseo de dar y el deseo de experimentar que el miedo. La parte luminosa es la que siempre ha prevalecido sin perder de vista a la otra.
Pepe Lorente durante el rodaje de 'La estrella azul'
Interpretar a Mauricio Aznar es un viaje impresionante hacia la esencia y el alma de la persona. Si dicen que hay momentos en la vida que suponen un antes y un después, ¿cómo has vuelto tú de ese viaje?
He vuelto del viaje enriquecido espiritual, artística y humanamente, más despojado de los ropajes, un poco circunstanciales, del ruido y he vuelto más en silencio, que es algo maravilloso en estos tiempos. Con Javier Macipe nos prohibimos, junto con todo el equipo, tener los móviles durante el rodaje. Ha sido un viaje hacia el silencio, porque solo en ese silencio he podido escuchar al propio Mauricio, a la propia historia, y me ha sido posible separar la paja del grano. Cuando uno está en las olas del mar donde rompen, o en la propia playa, hay que esperar a que la ola se desvanezca para que puedas ver el fondo.
He vuelto en paz, porque durante mucho tiempo en la película no lo estuve. Sufrí mucho, no a nivel físico, sino artístico, íntimo y de angustia, porque cuando leí ese guion, que fue el más preciso que ya había leído nunca, mi gran preocupación era si íbamos a ser capaces de dar ese do de pecho, cuando puede implicar un falsete, o hacer esa nota verdaderamente como está escrita, y eso, claro, artísticamente me provocaba mucho sufrimiento. Además, cuando uno es un personaje real, tiene una responsabilidad mucho mayor, porque, en mi caso, he conocido a su madre, sus amigos, a su familia… Yo quería poder andar por las calles de Zaragoza sin que me gritaran farsante y poder hacer algo que llevara luz a los corazones de tanta gente que se había quedado con esa opacidad del dolor de alguien que se fue demasiado pronto, en circunstancias muy trágicas.
Con el trabajo que hemos logrado hacer, y viendo cómo ha sido recibido, lo que me ha dejado es mucha paz, el sentimiento más precioso y más valioso, paz con lo que hemos hecho. Hacer un personaje que te transforma y te enseña como el de Mauricio Aznar es algo muy bello por lo que estar agradecido.
El actor viajó a varios lugares de Argentina para rodar la película por la que ha recibido el Goya en 2025
En este sentido, el viaje de la Estrella Azul viene de lejos; en 2019, viajas a Santiago del Estero…
Javi me da el papel en marzo-abril de 2019 y en septiembre viajo a Santiago del Estero, un par de meses con él. Primero, estoy quince días yo solo: voy a Buenos Aires, voy a Cerro Colorado en Córdoba y luego a Santiago del Estero, donde paso quince días solo haciendo el viaje que hizo Mauricio, con mi guitarra y viéndome en los mismos problemas que tuvo él. En Buenos Aires, sentí lo que decía Mauricio en sus cartas: “Joder, me quieren sacar el oro y el moro”, aunque también había gente maravillosa. En Cerro Colorado, viajé a casa de Atahualpa Yupanqui y conocí a su hijo y, en Santiago del Estero, me quedé un mes y medio intentando aprender a tocar chacareras en lo que fue un viaje precioso, pero también muy duro. Mauricio generó allí mucha impresión porque se quedaba sentado en el patio, con su camisa blanca y su aspecto rockabilly, buscando. De hecho, es algo que te dicen niños y adultos: que “Mauricio estaba buscando algo”. Cuando llegué allí me decían “vas a hacer de Mauricio, no te pareces”, y yo decía “no”… “Pero, ¿eres músico?”... “Tampoco”, respondía yo…
Durante el viaje leí, como él, el libro El canto del viento de Yupanqui como parte de todo el proceso artístico en el que lo normal era estar un poco perdido.
En el segundo viaje, el del rodaje, casi tres años después, todo fue distinto porque ya había aprendido a tocar bastante la guitarra y cuando me decían “¿Te sabes esta canción?”, respondía rápidamente, “¡Sí!”, por lo que la relación con la gente de allí ya era otra.
Pepe Lorente vive en Madrid junto a su pareja, la también actriz Olaya Caldera
Tengo la sensación de que, como actor, has vivido a Mauricio Aznar con muchísima intensidad… Durante el rodaje, ¿era factible disfrutar de Argentina como Pepe teniendo que compartir tu estancia con Mauricio?
El primer viaje no lo disfruté tanto porque estaba presente el miedo y cierta angustia. Tenía que crear con el maestro indígena Cuti Carvajal una relación de amistad y me decían: “Tenéis que ser amigos”, pero, aunque él es una persona muy generosa, la amistad no se puede forzar, no son actores y es difícil.
En el segundo viaje todo era distinto porque había adelgazado; sentía que podía sacar a Mauricio casi a mi antojo, tenía anclas para ir a comprar como él y vestía exactamente igual. Jugaba a evocarlo y, cuando agarraba la guitarra, podía pasarme las tardes tocando en el patio o en un río, con un mate al lado. Yo diría que pude disfrutar desde Pepe con Mauricio.
El primer viaje a Argentina no lo disfruté tanto porque estaba presente el miedo y cierta angustia por interpretar bien a Mauricio Aznar"Pepe LorenteActor
¿Qué papel ha jugado Enrique Bunbury en este viaje?
Uno muy importante. Además, hay una historia increíble detrás de esto. Javier Macipe, el director, envió el guion a muchas productoras, que nunca respondieron ni para decir si les gustaba o no, y que unas cuantas ahora se estarán tirando de los pelos, y dijo: “Tengo que hacer algo para que esto lo lea alguien que pueda ayudar a la película”. Como Enrique Bunbury, con Héroes del Silencio, popularizó la canción Apuesta por el rock ‘n’ roll de Mauricio Aznar, al que sé que admiraba muchísimo, pensó: “Me voy a casa de Enrique, a Los Ángeles, a darle el guion”. Consiguió la dirección a través de unos amigos y para allá se fue. Cuando llegó, llamó a la puerta, nadie abrió y, cuando se vuelve a su pensión, lo llama un amigo y le dice: “Bunbury está en directo en el programa de Buenafuente, en Madrid”.
Se quedó una semana allí, sobreviviendo a base de hamburguesas; luego volvió a España y, esta vez, le hizo llegar el trabajo por email, como las personas normales. Cosa muy rara, al cabo de dos días, recibe respuesta de Bunbury: “El guion me ha parecido espectacular, ¿cómo te puedo ayudar?”. Aunque la primera respuesta que se le pasó por la cabeza fue “¿Pagando la película?”, finalmente, le pidió permiso para decir a los productores que Enrique Bunbury iba a apoyar el proyecto en la promoción. Con esta verdad todo cambió; se presentó ante productores que solo por decir su nombre se leyeron el guion. Hay que decir que, además de esto, se oye su voz en el teléfono durante una escena, asistió al pase que hicimos en un cine, hasta el punto de emocionarse junto a su mujer, se volcó en redes dando apoyo a la película y ha sido padrino y una parte muy importante de todo esto.
Fotograma de 'La estrella azul'
Pepe, esta pregunta la hago siempre, ¿cuál es el lugar al que siempre vuelves?
Mi pueblo, Uncastillo, en Aragón. Es muy bonito y es el lugar de mis primeras veces. Allí pasé todos los veranos hasta los 16 años y tiene una pequeña ermita, la de San Cristóbal, que en uno de sus lados siempre da sombra en verano. Ahí hay un lugar de piedra en el que te puedes sentar a contemplar el pueblo y donde encuentro una paz que sólo siento allí. Ese es el lugar de mi infancia.
Hablando de volver, ¿cuál fue aquella vez que, cuando te tocaba volver de un viaje, te planteaste no volver?
Con mi pareja, Olaya, solemos ir a Cabo de Gata porque nos gusta mucho y, cuando estamos allí, nunca queremos volver. Es un lugar en el que se para el tiempo e incluso, alguna vez, hemos llegado a coger algún día más.
Si pudieras viajar a cualquier momento del pasado o del futuro de tu vida, ¿cuál sería?
Mi padre ya no está, murió en el año 2014, y me gustaría viajar a un momento en el que íbamos los dos por el paseo de la playa. Yo andaba por encima del murete y, como no quería cogerle de la mano, por si me perdía, me explicaba lo que era un punto de referencia. Me decía:
“¿Sabes lo que es un punto de referencia?”
Yo le decía que no.
“Mira: un punto de referencia puede ser esa montaña porque nunca se va a mover de ahí, es fijo”.
Pepe, ¿planes para hoy?
Voy a repasar el repertorio para los conciertos que damos con la banda de la Estrella Azul, que ha trascendido la película y, más tarde, tengo que hacer algunos recados en el pueblo.
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Tras hablar con Pepe, es imposible no quedarnos con la sensación de haber sido testigos de un proceso de transformación no solo actoral, sino profundamente humano. En sus palabras y reflexiones, uno puede ver cómo cada paso en su vida, cada viaje, ha sido una pieza esencial en la construcción de su identidad como artista y como ser humano. Su historia está llena de momentos de lucha, aprendizaje y, sobre todo, de una sensibilidad que se refleja de manera tan genuina como la de Mauricio Aznar.
Más allá del Goya, lo que realmente me impresiona es su capacidad para transmitir emociones profundas con una naturalidad asombrosa. Hablar con él ha sido todo un viaje emocional, un recordatorio de que el arte tiene ese poder de tocar lo más íntimo de quienes lo reciben. Su humildad y su visión sobre la vida invitan a mirar el mundo con otros ojos, a conectar con lo que realmente importa, sin perder nunca de vista la esencia de lo que somos. Un viaje, al final, que va mucho más allá de cualquier escenario.